Paola Ribadeneira tenía la enfermedad de Lyme, pero no lo sabía. Tuvieron que pasar cuatro años y medio, y más de treinta médicos, antes de descubrir qué era lo que la estaba matando. Como ella, miles de personas en el mundo sufren por una bacteria sagaz que la comunidad médica ha denominado ‘la gran imitadora’.
Se esconde, muta, confunde. A veces lleva la máscara de un síndrome de fatiga severo. Otras, se hace pasar por fibromialgia, lupus, encefalitis, meningitis o esclerosis múltiple. También se disfraza de depresión, Alzheimer, déficit de atención o ansiedad. Puede ser todo y nada. Desaparecer por meses y regresar con la fuerza de mil ejércitos.
Aunque es una enfermedad subdiagnosticada, se calcula que al menos 300.000 personas se contagian al año en Estados Unidos, y en Europa la cifra es de 100 pacientes cada 100.000 habitantes. A pesar de ser característica de esas dos zonas, el cambio climático, la globalización, la urbanización desorganizada y el transporte de mercancía han permitido que se extienda por regiones donde nunca antes se había visto, como América Latina.
Todo empezó en el 2013. Paola, aunque es colombiana, vivía entre Inglaterra y Ghana, y una garrapata la picó, sin que se diera cuenta. Tuvo unos días en los que estuvo decaída y fatigada, pero en los exámenes médicos no aparecía nada. Acababa de salir de un embarazo, “es normal”, le decían. Luego, los síntomas se complicaron, pero tuvo la mala suerte de que esa enfermedad misteriosa se le cruzara con otras que se robaron toda la atención. Una masectomía fue la primera distracción. Más adelantepasó por una histerectomía. Luego superó la malaria. Cuando se deshizo de todas esas dolencias, por fin pudo oír su cuerpo y seguir su intuición.
Alguna explicación debía tener ese dolor de cabeza tortuoso que le duró siete meses y que apareció en compañía de corrientazos a través del cuerpo, náuseas, entumecimiento de un lado de la cara, depresión e irritabilidad. Tuvo ataques fuertes, investigó por años, reunió conocimientos y llegó a la conclusión de que sufría de Lyme, solo le hacía falta hacer los exámenes especializados para corroborarlo. Para ese entonces vivía en Ghana, así que viajó a Italia, de donde es su esposo, porque allí era más probable que le hicieran las pruebas que necesitaba.
Consiguió un laboratorio en Boloña. Mi suegra me acompaña. Es una odisea. Ella, ya con sus años encima, me ayuda a llevar la carpeta de 200 páginas con mi historia clínica. Camino tres minutos y me tengo que sentar, mi corazón no bombea suficiente sangre. Siento que me voy a desmayar. Me sacan las muestras de sangre y las mandan hasta Alemania para que las evalúen.
¿Que es la Enfermedad de Lyme?
La enfermedad de Lyme es descubierta en 1977, por el doctor Willy Burgdorfer. En Conecticut aparecen más de cincuenta pacientes con un sarpullido extraño y dolores articulares. Burgdorfer se da en la tarea de averiguar cuáles son las causas y descubre que las responsables son las garrapatas. Aunque los casos en Estados Unidos se reportan desde ese momento, en Europa existen artículos que describen síntomas muy similares desde 1883.
La garrapata es una especie de vampiro diminuto. Se engancha a la piel y chupa sangre hasta quedar satisfecha. Su boca secreta una especie de anestesia, así que la víctima no siente su presencia. Durante el tiempo que está ahí, agarrada, las bacterias que tiene en su estómago pueden trasladarse al cuerpo de su anfitrión y es en ese momento cuando un ser humano se infecta con Lyme (y con otras coinfecciones, por eso el diagnóstico de Paola era tan extenso).
Al morder, el parásito produce una lesión que se conoce como ‘ojo de buey’: es un aro rojo, seguido de uno blanco y otro rojo. Esta es la señal que debería indicarnos que es hora de salir corriendo al médico, sin embargo, entre el 40 y el 60% de las personas no recuerda haberla tenido, ya sea porque no la desarrolló o porque se encontraba en zonas donde no podía verla.
Aunque lo más probable es contagiarse por medio de una garrapata, hay otras posibilidades: “La enfermedad se ha transmitido a través de otros insectos –le explica a Cromos la neuróloga estadounidense Elena Frid, experta en trastornos autoinmunes inducidos por infecciones y una de las médicas más prominentes en el estudio y el tratamiento de la enfermedad–. Entre ellos, tábanos, arañas, pulgas, piojos… También pasa de la madre a su bebé en el útero, y hay algo de especulación sobre la posibilidad de la transmisión sexual, pero no se ha comprobado científicamente”.
La bacteria que produce la enfermedad tiene forma de espiral y esto le permite atravesar zonas viscosas, como si fuera un tornillo. Allí se protege de los antibióticos a los que les cuesta semanas y hasta meses llegar. En ese tiempo, puede afectar desde el sistema nervioso hasta el inmune, no hay ninguno que se salve.
La enfermedad de Lyme se suele asociar a áreas arboladas o cubiertas de hierba donde viven ratones y ciervos. En EE.UU., abunda especialmente en el noreste, la parte noroccidental bañada por el Pacífico y los estados más septentrionales de la región central superior.
Las garrapatas son pequeñas y resultan difíciles de ver. Los ejemplares inmaduros, o ninfas, tienen aproximadamente el tamaño de una semilla de amapola y los adultos el de una semilla de sésamo.
Puesto que las garrapatas son difíciles de detectar y es fácil que sus picaduras pasen desapercibidas, es importante conocer y estar pendiente de los síntomas de la enfermedad de Lyme. De hecho, mucha gente que contrae esta enfermedad no recuerda haber recibido la picadura de una garrapata. La buena noticia es que no todas las picaduras de garrapata desencadenan la enfermedad de Lyme.
Signos y síntomas
La enfermedad de Lyme puede afectar a distintos sistemas del organismo, como el sistema nervioso, las articulaciones, la piel y el corazón. Los síntomas de esta enfermedad se suelen describir como si ocurrieran en tres fases (aunque todas las personas experimentan las tres fases):
Generalmente, el primer signo de infección es una erupción o sarpullido de forma circular, que aparece de una a dos semanas después de haber contraído la infección. Aunque se considera típica de la enfermedad de Lyme, muchos de los afectados no la desarrollarlan.
La erupción suele tener un aspecto característico que recuerda a un “ojo de buey”, con un punto circular rojo en el centro rodeado de una parte de piel envuelta por un sarpullido rojo en forma de anillo que se va expandiendo hacia el exterior. También puede tener el aspecto de un anillo de un rojo intenso que se extiende. Puede ser caliente al tacto y no suele doler ni picar. Este tipo de erupción puede ser difícil de detectar en personas de piel oscura o morena, donde puede parecer un simple moretón.
Esta erupción suele desaparecer aproximadamente al cabo de un mes.
Junto con la erupción, los afectados pueden presentar síntomas gripales, como ganglios linfáticos inflamados, fatiga, dolor de cabeza y molestias musculares. Aun sin tratamiento, estos síntomas iniciales pueden remitir por sí solos. Pero en algunas personas la infección se puede extender a otras partes del cuerpo.
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