“Tengo como filosofía que preocuparse, es sufrir dos veces”. Esta frase pronunciada por uno de los protagonistas de la película “Animales Fantásticos”, resume a la perfección lo que sucede cuando nos preocupamos por demás o cuando nos preocupamos incluso por cosas que no sabemos a ciencia cierta si van a pasar. Precisamente, “nos hacemos la película”.
¿Ya te pasó de tener una preocupación en la cabeza que no puedes quitarte por mucho que te esfuerces? Claro… nos pasa casi de manera permanente y sin que nos demos cuenta.
Sufrimos, nos angustiamos, nos deprimimos y hasta llegamos a sentir el malestar en el cuerpo cuando tenemos una idea en mente que consume nuestra energía, porque imaginamos todos los posibles desenlaces y siempre son negativos.
“Mi hija tiene 19 años y por primera vez salía del país, para visitar a una amiga que vive en Australia, cuenta Ángela.
Yo no estaba muy contenta con ese viaje, pero ella estaba tan entusiasmada, que era imposible negarme. Por otra parte, sabía que tenía que dejar que hiciera esta experiencia de conducirse sola, simplemente porque debemos entender que nuestros hijos crecen y quieren volar.
Junto con mi esposo, nos despedimos de ella en el aeropuerto y le hice prometer que me llamaría en cuanto llegara a destino. Pasaron la cantidad de horas previstas y empecé a esperar el tan ansiado llamado. Pero el llamado no llegaba.
Tenía que llegar a Sidney a las 3 de la tarde y ya eran las 5 y no tenía noticias de ella.
Mi desesperación empezó a ganarme la batalla. Estaba angustiada, nerviosa, pensando todo tipo de desgracias… no podía quedarme quieta y perdí la cuenta de la cantidad de veces que llamé sin obtener respuesta.
Mi esposo me decía que me tranquilizara, que seguramente estaba todo bien y que tenía que ser positiva. Pero yo no podía. ¿Y si se había desmayado? ¿Y si estaba enferma? ¿Y si no había encontrado a su amiga en el aeropuerto? ¿Y si la habían secuestrado? Creí que iba a enloquecer. Me sentía impotente. La angustia me cortaba la respiración…
Hasta que recibo un llamado de mi hija, diciéndome que el maletero del avión en donde había guardado su bolso junto con el teléfono, se había trabado y no lo podían abrir. Tuvo que esperar un buen rato hasta que lograron abrirlo.
La explicación de la demora era simple y estaba todo bien, pero todas las cosas terribles que imaginé durante esas dos horas, fueron un sufrimiento que no le deseo a nadie.”
¿Por qué será que nos cuesta tanto aferrarnos a esta frase que también encierra mucha verdad? “Si no hay noticias, son buenas noticias”.
La vida es puro imprevisto.
Desgraciadamente, insistimos en amargarnos la vida con sucesos que probablemente nunca lleguen, pero que hacemos que ocurran de manera catastrófica en nuestra mente.
A medida que el ser humano reflexiona sobre el futuro, se enfrenta a la ansiedad y a la intranquilidad.
Cuando sentimos que poseemos algo, automáticamente imaginamos la angustia de poder perderlo. Y aunque no lo creas, estas sensaciones comienzan a gestarse en la infancia, cuando debemos aprender a compartir y debemos prestar un juguete, por ejemplo.
El problema es que nuestro cerebro querría que todo estuviera bajo control, mientras que la vida, es puro imprevisto. ¿De qué sirve preocuparse por el viaje a África dentro de seis meses y el riesgo de contraer malaria, si eso puede pasar donde vivimos y en cualquier momento? De eso se trata el imprevisto que no podemos controlar.
Tomando las cosas con calma.
Si quieres dejar de preocuparte, debes dejar de pensar. Pensar es algo bueno, por supuesto, pero cuando invertimos demasiado tiempo analizando las cosas, podemos generarnos un estrés innecesario. A veces, preocuparse tiene su lado positivo, porque es una manera de reconocer la importancia de una situación. Sin embargo, muchas veces nos preocupamos por cosas sin fundamento.
Cuando nos preocupamos, tratamos de proyectar en el futuro y nos imaginamos escenarios con resultados negativos. ¡Pensamos en los peores resultados!
En todas esas situaciones, la persona se preocupa por algo que aún no sucedió y la mayoría de las veces, nunca sucederá. Y no sólo eso, sino que se inquieta por cosas sobre las que no tiene ningún control. ¡Es necesario aprender a estar en el presente!
Debemos entender que la mayor parte de las cosas por las cuales nos preocupamos, nunca suceden.
Podemos pasar gran parte de nuestras vidas en un estado de angustia por lo que supuestamente sucederá, al punto de arruinar nuestra felicidad. Incluso, hay quienes dejan de vivir y de disfrutar de las cosas que aman, por miedo a todas esas situaciones negativas posibles que se imaginan.
¿Cómo dejar de preocuparse por todo?
¡Esta es la gran pregunta! Para empezar, existe una regla simple a seguir: “Si no puedes hacer nada para mejorar la situación, deja de preocuparte.”
Cuando se trata de cosas sobre las que no tenemos ningún control, es en vano angustiarnos por lo que pueda suceder.
El estudiante que se preocupa por el resultado de su examen, pierde el tiempo, porque lo hecho, hecho está. Si pasa su tiempo angustiándose o divirtiéndose, poco importa, porque eso no cambiará el resultado.
Puedes intentar escribir tus preocupaciones más apremiantes y pasado un tiempo, evaluar en qué porcentaje todas ellas se concretan realmente. Una vez que te des cuenta de que no tenía sentido preocuparse por cosas sobre las que no tenemos ningún control, ni podemos modificar, comenzaremos a apreciar mejor la vida.
Recuerda: “La intranquilidad es una ruta que no lleva a ninguna parte. No dejes que dirija tu vida.”
¿Tú también te “haces la película”? ¿Cómo controlas esta situación?
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