Uno de los dichos que más ha viajado por el mundo es: “Del amor al odio, hay un solo paso”. ¿Es realmente así? Bueno, no lo sabemos con certeza, pero hay quienes vivieron situaciones que les hacen pensar que puede ser posible, de la misma manera que puede serlo el “flechazo” del “amor a primera vista”.
María Josefina cuenta: “Cuando nos conocimos supe que era el hombre para mí. Era atento, divertido y siempre estaba dispuesto a ayudar. Fueron dos años maravillosos, hasta que la relación con su familia se empezó a hacer insostenible. Tal vez siempre fue así y yo no lo supe ver, pero las exigencias por parte de su madre y sus hermanos, deterioraron nuestra relación.
Lo llamaban a cualquier hora y tenía que dejar lo que estuviera haciendo porque su familia lo necesitaba, pero no para algo importante, sino para cosas insignificantes o que podían esperar. Cada vez pasaba menos tiempo conmigo, su madre y sus hermanos siempre estaban antes que yo, cancelaba nuestras salidas, se iba en medio de una fiesta, ¡y hasta me dejó una noche en el cine porque su madre había descubierto una mancha de humedad en el techo!
Tocar el tema era motivo de discusión porque por nada del mundo quería aceptar su error. Sé que siempre lo voy a amar, pero creí mejor para mi paz y mi salud mental, terminar con esa relación antes de que llegáramos a odiarnos”.
¿Podemos amar y odiar al mismo tiempo?
Parece que a ambos sentimientos los separa una delgada línea y es muy común y hasta normal, sentir amor y odio por una misma persona.
En una pareja, podemos amar apasionadamente y un rato después tener un sentimiento de rabia intensa que por momentos más o menos durables, se parece mucho al odio. Esto suele ser un indicador, de que el amor se está terminando y es algo que incluso los involucrados, muchas veces no alcanzan a ver.
En el mejor de los casos, es reemplazado por la indiferencia. La indiferencia es un sentimiento que surge cuando ya el otro no nos despierta ninguna pasión, no nos conmueve, ni nos atrae. Pero quien ya no es amado, se siente herido y los sentimientos negativos lo invaden. Es una forma indirecta de continuar con la relación dentro de sí mismo.
Amor-odio, sí. Odio-amor, no.
¿Podemos odiar a alguien a quien hemos amado con locura? Claro que sí, porque el amor apasionado a menudo se convierte en odio. Proyectamos un sentimiento intenso como el odio, en alguien que también despertó un sentimiento tan intenso como el amor.
Sin embargo, el sentimiento inverso es poco frecuente. Cuando alguien a quien hemos amado nos genera un sentimiento negativo, al punto de querer destruirlo y fantaseamos con provocarle un daño, es porque hemos llegado a un punto sin retorno. No obstante, algunas parejas atraviesan etapas de odio que les permite tomar distancia y un tiempo después reencontrarse, porque no debemos olvidar que el odio es una pasión.
El odio también une.
Mientras hay odio, hay unión. Algunas personas recurren a este sentimiento como una forma de mantener al otro cerca, aunque más no sea para odiarlo. No pueden terminar de cortar el lazo, y encuentran en el odio una manera de “tenerlo ahí”.
Desde ya que esta actitud es destructiva, pero para quienes resulta difícil de aceptar el alejamiento, cambiar el sentimiento de amor por el sentimiento de odio, les permite sentirse vivos. Este tipo de personas probablemente caería en profundas depresiones si no odiara, porque los enfrentaría a la verdad que no quieren aceptar y entonces odiar resulta mejor que deprimirse.
Tomando decisiones.
“Los ex, son como la cárcel. Si vuelves, es porque no aprendiste la lección”, dice Sofía… pero Fernanda opina diferente: “Con Javier éramos muy jóvenes y no estábamos listos para la convivencia. Nos separamos dos veces antes de entender que estábamos hechos el uno para el otro. Hoy estamos juntos, felices y somos padres de dos hermosas niñas.”
Más allá de todos los análisis que podamos hacer, nunca debemos dejar de lado las sensaciones. Los mejores resultados se obtienen cuando logramos combinar el razonamiento con el corazón. Sabemos que no es fácil, pero al menos podemos intentarlo.
Todos sabemos cuándo una relación está destinada al fracaso, y por mucho que amemos a alguien, no siempre el amor todo lo puede. Es en ese momento en el que debemos hacer intervenir a la razón y decidir si vale la pena seguir apostando. Ser sinceros con nosotros mismos y también con el otro.
Nunca perdamos de vista que una relación seria y sólida, se construye con confianza, consideración, comunicación e intercambios de afecto.
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