La eutanasia es una práctica que en la actualidad en considerada legal en pocos países del mundo, por lo que sigue generando controversia, oposición y debate en la sociedad. Políticos, religiosos, y personas comunes se han manifestado en contra del derecho a decidir por voluntad propia la hora de nuestra muerte.
Sin embargo, esto no detuvo al activista Philip Nitschke, responsable de crear a “Sarco”, un dispositivo que permite a los usuarios controlar el proceso de eutanasia. Con tan solo presionar un botón, la máquina se llena con nitrógeno líquido.
Una sustancia que no requiere de un permiso especial para su compra y que brinda una sensación de embriaguez a la persona que lo inhala. De esta forma, el nivel de oxigeno disminuye lentamente, hasta que el individuo se desmaya y posteriormente fallece.
Pese a lo sencillo del procedimiento, el dispositivo realiza un test para evaluar si la persona está haciendo uso de sus facultades para escoger su muerte. Asegurándose de “permitir que adultos racionales tengan la opción de una muerte pacífica, voluntaria y legítima, en un ambiente estilizado y elegante”.
UNA CÁPSULA DE MUERTE LIBRE DE ESCOGER
Nitschke se mostró firme en que las personas deberían poder escoger el día y forma en la que quieren abandonar este mundo. Por ello, se aseguró de que Sarco sea un dispositivo portátil, que puede ser trasladado hasta el lugar donde el individuo quiera pasar sus últimos minutos de vida.
Sin duda su creación y declaraciones han generado controversia en aquellos con pensamientos más conservadores que prefieren dejar la muerte en manos del destino. En cambio, este dispositivo puede representar una solución y un alivio, para quienes desean poner punto final a sus vidas.
Recordemos que gran parte de las personas con graves enfermedades -algunas sin tratamiento-, adultos mayores o individuos solitarios, son los principales usuarios de este servicio. Por lo que para este grupo, el Sarco, es la solución perfecta y libre del trauma que caracteriza a otras formas de muerte asistida.