La sangre te hace pariente, pero la lealtad te hace familia.

El destino, la casualidad, la vida o lo que cada uno elija, hizo que cayéramos en la familia de la que formamos parte. Ninguno de nosotros la ha elegido, simplemente somos parte de un grupo familiar y no hay manera de romper con ese vínculo.







La mayoría de las veces, amamos a nuestros seres queridos y mantenemos un estrecho contacto con todos ellos, pero… ¿debemos esforzarnos por relacionarnos con ese primo o ese tío al que casi nunca vemos? Pareciera que existe una obligación moral de permanecer cerca de personas con las que no tenemos ninguna afinidad, sólo porque existen lazos de sangre.

Sin embargo, también por obra del destino, la casualidad o la vida, nos hemos encontrado con gente a la que llevaremos en el corazón para siempre. Amigos entrañables que se convirtieron en familia por medio del sentimiento más puro e intenso que una persona puede vivir: el amor.






La lealtad nos convierte en familia y crea vínculos que nada ni nadie puede disolver.
El amor se enseña.

“Cuando mi mamá y mi papá se casaron, cuenta Emilia, dejaron la ciudad en la que vivían y se trasladaron a otra provincia por cuestiones de trabajo. No teníamos oportunidad de visitar seguido a mis abuelos y los veíamos una vez al año y a veces ni siquiera eso, pero con mi hermana estábamos pendientes de mis abuelos, porque tanto mamá y papá siempre los tenían presentes y nos hablaban y nos contaban cosas de ellos.


Con mi hermana Elena les escribíamos cartas, los llamamos por teléfono y jamás olvidamos un cumpleaños. Casi no los veíamos, pero los queríamos con todo el corazón.”

Este es un claro ejemplo de que el amor se enseña. Muchas veces podemos no frecuentar mucho a algunas personas, pero igual las tenemos presentes. De la misma manera, cuando alguien no nos enseña a amar o cuando las otras personas por voluntad propia se alejan, es difícil establecer un vínculo y desarrollar un sentimiento.

En cambio, otros que están cerca, que están presentes, que se acercan cuando necesitamos una mano amiga, cuando necesitamos ayuda, cuando nos encontramos en dificultades… Pueden convertirse en nuestro sostén en momentos difíciles y eso hace que los sintamos como si fueran familia.






Es doloroso ver familias divididas por cuestiones mezquinas como el dinero o por viejas rencillas familiares. Habitualmente los vemos reencontrarse en los velatorios, que suele ser el momento en que muchos familiares vuelven a verse después de años. A partir de allí, algunos deciden retomar la relación de familia donde la dejaron,

otros prefieren mantener las distancias.

Es verdad que no siempre se puede. Cuando reconocemos gente mala, ambiciosa o egoísta; debemos pensar que esa gente también tiene familia y esas familias pueden ser las nuestras. Nadie está exento de tener dentro de su ámbito familiar a una persona con estas características. Es doloroso, lo sabemos… Pero por un instinto básico de protección debemos tomar distancia de alguien nocivo que aún a pesar de tener un lazo de sangre con nosotros, puede representar un problema que nadie quiere sumar a su vida.

No debemos sentirnos con la obligación moral de permanecer en contacto con estas personas que nos molestan, nos hacen reproches o nos perjudican. Tenemos presente que son familia, no hay duda, pero también debemos tener en cuenta que es lo importante en la vida: ser feliz y encontrar el equilibrio interno.
Madrinas y padrinos.

Cuando nace un hijo, el acontecimiento más importante en la vida de un ser humano y el regalo más valioso que recibe una pareja, elegimos por padrinos o madrinas a alguien del entorno familiar. Pero en ocasiones, es tal la afinidad y el cariño que sentimos por un amigo o una persona cercana, que preferimos incorporar a alguien que no es de la familia, a nuestra familia. No tenemos con esa persona un lazo de sangre, pero los sentimientos como la compañía, la lealtad y la amistad; son mucho más fuertes y en el fondo de nuestros corazones deseamos haberlos tenido como tíos o primos.

La sangre nos hace parientes, pero la lealtad nos hace familia. Y deberíamos agregar, que la lealtad nos lleva a amar y a tener la certeza de que esa persona siempre va a estar cerca.

¿Qué opinas de la lealtad de los que no son familia? ¿Tienes en tu vida a alguien importante con quien no te une un lazo de sangre?

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