Decirle a nuestra mejor amiga que su nuevo corte de pelo, es espantoso… Explicar a nuestra pareja que nos sentimos ahogadas… Confesarle a nuestro jefe que nos parece un manipulador… Del comentario inocente a la franca crítica, expresar lo que realmente sentimos nunca es fácil.
¿Qué tiene que ver esto con nuestra salud? La necesidad de hablar es vital, porque guardar lo que sentimos rápidamente puede convertirse en sufrimiento. Cuando no expresamos lo que nos pasa, la agresión contenida se nos vuelve en contra. Esta es una situación bastante común en los casos de bulimia. No ser capaz de decir las cosas se traduce generalmente en un miedo a confrontar con la opinión que los otros tienen sobre nosotros.
¿Qué ganamos siendo sinceros?
Antes de responder a esta pregunta, tengamos presente por qué las personas mienten. Por lo general, el objetivo es parecer más simpáticos o más competentes de lo que realmente son. En una palabra, es el deseo de provocar en los demás, reconocimiento y admiración. Es decir, no siempre tiene que ver con querer perjudicar a otros.
Pero la verdad es que la sinceridad tiene un impacto positivo en nuestra salud y evitar mentir y ser sinceros, es siempre la mejor opción.
1) Reduce el estrés.
Un viejo refrán dice: “al mentiroso, le conviene tener memoria”. Claro, porque mentir, tergiversar o inventar implica decir mentira tras mentira. Esto demanda no sólo mucha imaginación, sino una inversión de energía enorme que termina convirtiéndose en una carga pesada de llevar generando estrés.
En cambio, cuando somos sinceros, no necesitamos cargar con este peso.
2) Mejora la autoestima.
Cuando nos mostramos sinceros, sobre otros y sobre nosotros mismos, los demás lo perciben. Saber que estás diciendo la verdad te hace sentir bien contigo mismo.
Una persona franca y transparente siempre va a despertar empatía y admiración en los demás.
3) Evita la somatización.
Se convocó a 70 voluntarios para realizar un estudio y dividieron al grupo en dos. A uno le indicaron que responda preguntas de manera completamente sincera, mientras que al otro no le dieron indicaciones. Los voluntarios fueron sometidos luego a estudios médicos que determinaron que quienes habían respondido de manera sincera sufrieron menos nauseas, dolores de cabeza y dolores de garganta a lo largo de cinco semanas, en comparación con los que habían respondido sin indicaciones.
Los resultados fueron concluyentes: la sinceridad mejora la salud.
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